Bajo la costa de Santa Úrsula se halla un extraordinario paisaje submarino. Está conformado por espectaculares formaciones geológicas que se asemejan a las ruinas de un enorme templo, derribado por el paso de los siglos, o a los órganos resquebrajados de antiguas catedrales.

Estos impresionantes edificios basálticos se encuentran al pie de la zona conocida como La Rapadura, que parte del risco de La Quinta y cae a plomo unos 120 metros hasta el batiente del mar. Bajo el agua desciende abruptamente, fragmentándose en enormes bloques prismáticos, columnas que acaban a distintos niveles o que se han desgajado y reposan amontonadas en el fondo oceánico.

Esta formación se denomina disyunción columnar y se produce en diversos tipos de rocas y ambientes geológicos. En este caso, se desarrolló a partir de una colada de lava basáltica que alcanzó el mar, por lo que al enfriarse y solidificarse se contrajo, provocando innumerables grietas y fisuras. Dichas fracturas se originan en las superficies de enfriamiento (el techo de la colada, los laterales y la base) y progresan hacia el interior según se va enfriando la masa de lava. En las superficies, la fracturación es irregular, pero, según van penetrando hacia el interior, las fracturas pueden ordenarse -no siempre lo hacen- según un patrón regular en forma de prismas que van de tres a siete lados, si bien predominan los de seis. De ahí que a la disyunción columnar también se le denomine disyunción hexagonal.

Las gigantescas torres, que alcanzan los 40 metros de altura, se formaron a partir de una colada de lava cuya edad se sitúa entre los 500.000 y el 1.000.000 de años, aproximadamente. Tras fluir y enfriarse en el fondo oceánico, esta peculiar estructura emergió a la superficie en una época en la que el mar descendió de nivel, seguramente durante una glaciación. De ahí que la parte superior esté erosionada, evidenciando que pasó tiempo fuera del agua.

Por tanto, las aguas del Atlántico cincelaron esta catedral de magma que parece obra de un artista gótico o románico. Un tesoro oculto bajo el mar que constituye uno de los paisajes submarinos más sorprendentes no solo de Canarias, sino del mundo entero. Tal es así, que en 2012 la prestigiosa revista ‘National Geographic’ le dedicó un reportaje, así como a principios de 2018 una importante publicación americana sobre buceo la eligió como una de las mejores inmersiones del planeta.

Los Órganos de La Rapadura se sitúan a unos 50 metros bajo el agua en el tramo santaursulero del escarpado Paisaje Protegido de la Costa de Acentejo. Observarlos solo es posible para avezados submarinistas, ya que se trata de una inmersión exigente y profunda que requiere condiciones adecuadas de marea y corriente. El punto de descenso se encuentra a tres millas náuticas del Puerto de la Cruz. Tras descender a plomo, el escenario no puede ser más asombroso y cargado de dramatismo. Algo a lo que contribuye la escasa vida marina del lugar, donde un exceso de erizos diadema ha diezmado las poblaciones de algas. El resultado es una escasa flora y fauna que se reduce a esponjas, gorgonias y cardúmenes de fulas.

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